Bueno pero peligroso
En el poco espacio que queda en los medios de comunicación para tratar temas distintos del político se destaca el referente a la renegociación, o mejor reestructuración de la deuda externa que si se la hace bien puede permitir una reducción en la carga fiscal y mejorar además el perfil de pago de esas obligaciones. Una novedad de este proceso es la incorporación de las NNUU en su papel de eje conductor de la negociación, con lo cual el aporte de su contingente va a permitir disponer de un marco de trabajo mucho más transparente.
El canje de bonos, si se lo hace de una forma directa, es decir se intercambia el papel en actual circulación por uno nuevo de mayor plazo y menores intereses, no otorga ninguna ganancia de capital a los actuales tenedores pues el riesgo sigue siendo el mismo y por las nuevas condiciones incluso puede ser superior. En este sentido, quienes opinan que con esta reestructuración se están beneficiando todos aquellos que compraron sus papeles con descuento, carecen de razón. Si el canje supone el ingreso de nuevos acreedores en lugar de los anteriores, la utilidad de los que salen lo pagan aquellos que ahora confían en el Ecuador. El Estado no utiliza un centavo de sus recursos en el pago de estas ganancias, cosa que si ocurriría si el canje es parcial y se usan disponibilidades presupuestarias.
Se dice con cierta frecuencia que el país debería comprar los bonos cuando sus precios están deprimidos y no cuando se recuperan. En teoría esto luce estupendo. Si habría como hacerlo sería una tontería perder esta oportunidad. ¿Quién no lo haría? ¿Por qué entonces ningún país lo puede hacer? El problema es que eso ocurre en los mercados exactamente cuando los países no tienen dinero para honrar sus obligaciones ya sea porque su política económica es desequilibrada y provoca serios desajustes especialmente en su capacidad de pago fiscal o externa, o porque las condiciones internacionales le crea restricciones y problemas que no los puede controlar. Bajo esas circunstancias, los tenedores de bonos buscan salirse de ellos por el riesgo de moratoria que se percibe lo cual produce una oferta enorme de papeles frente a una demanda reducida. Si la descomposición económica continúa y se produce la moratoria, entran a funcionar las cláusulas contractuales que tampoco permiten al Estado recomprarlos.
El riesgo de este canje es que el gobierno se endulce con la reapertura del mercado y decida volver a utilizarlo para salir de los problemas fiscales. Por eso preocupa esta nueva emisión de 750 millones de dólares que contiene plazos incompatibles con el intercambio buscado. La deuda pública es el problema más serio que se ha creado por el mal manejo fiscal y no debe volver a utilizarse como mecanismo de financiamiento de políticas fiscales expansivas. Creo que la operación, si se la hace sólo debería concentrarse en el canje de bonos y no servir para contratar más deuda.
Desde la inconsulta moratoria del 99, el país por su condición de “no viable, ni creíble” ha tenido que ser más austero pero luego de pagar un enorme costo social. Los mercados también pierden la memoria y por eso la utilización de nuevos endeudamientos que permitan relajar las políticas económicas para luego vituperar contra las obligaciones emitidas, no deberían aprobarse.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Marzo 9 del 2005