Feria de remate
¿Quién da más? Es el estridente grito que se escucha en las subastas de huesos o de obras de gran valor. El objeto es el mismo: conseguir el mejor precio aunque las condiciones sean diferentes. Para unos es la oportunidad de obtener algo por bienes que valen poco, mientras en los segundos es maximizar la utilidad.
En cambio, ¿Quién se lleva más?. Es el actual grito de guerra por esquilmarle todo lo que se pueda al Seguro Social. La pelea está en ser los primeros en asegurarse una parte del pastel que en dos años ha acumulado el viejo y decrépito sistema de pensiones, remozado por el aumento de los aportes al fondo común que no tiene dueño ni nadie que le defienda. Los jubilados piden pensiones superiores, ciertos legisladores fijaron un monto mínimo sin ningún respaldo financiero, mientras otros buscan devolver los fondos de reserva, algunos municipios quieren que les entreguen los aportes de sus conciudadanos para hacer viviendas, y otros quieren llevarse esto a Petroecuador.
Si todo esto sigue en marcha habremos dado los pasos, firmes e inequívocos, del nuevo fin de la seguridad social. El derrotero está clarísimo: todos quieren usar los dineros actuales y futuros del IESS para satisfacer intereses del momento y de ciertos grupos específicos. A nadie le interesa las consecuencias futuras: “de eso se encargarán los dirigentes de esa época” es el fondo de estas actitudes irreflexivas y nada serias que desdicen la calidad de lo que debe ser una dirigencia política responsable y comprometida con el bienestar colectivo.
¿Si los aportes al IESS fueran reconocidos en cuentas personales se podrá hacer lo que ahora proponen? No, es la respuesta definitiva porque nadie estaría dispuesto a que le quiten, para no usar un término mas duro, sus ahorros en nombre de un mal llamado principio solidario, que incluso no cuenta con los estudio de rigor. Todas las decisiones que están en camino irrespetan las normas que regulan a la seguridad social, incluso las constitucionales. Las pensiones deben subir sólo si los estudios actuariales confirman la disponibilidad de recursos, y en caso de que eso no sea posible, cuando el gobierno tenga dinero para cubrir el aumento. Sin embargo, ninguna de las dos opciones es viable en el momento actual.
Cuando uno quiere regalar algo, lo debe hacer con sus propios recursos y no los que corresponde a otros. El Congreso, al subir las pensiones debió crear los impuestos que las financien. De esa forma actuaría con responsabilidad y sensatez. Lo que hizo es demagogia. Igual ocurre con las devoluciones de los fondos de reserva que descapitalizan el sistema de pensiones y sólo se la entiende como una prueba más de la falta de confianza en el propio sistema por parte de quienes lo crearon.
El aumento de la jubilación patronal y la búsqueda de mejores niveles de productividad y competitividad es otra flagrante contradicción. Después, serán los mismos autores de estas propuestas los que despotriquen contra la ausencia de nuevos puestos de trabajo y la insensibilidad frente a las migraciones, cuando son los que ahuyentan la inversión. Termina la historia de esta columna con la denuncia de fraudes en el cobro de pensiones por parte de más de 4.000 muertitos. ¿Quieren más para saber el final? La siguiente generación también va a ser estafada.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Junio 30 del 2004