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Bien por ellos, mal por todos

Seguimos en la senda de resolver los problemas políticos con el bolsillo y no con la cabeza. Las negociaciones entre el gobierno y sus contrapartes del momento se concentran en el regateo por más dinero. Han desaparecido del mundo nacional las discusiones conceptuales, la defensa de tesis y principios y, se las ha sustituido por la búsqueda de prebendas económicas a cualquier costo. Ya no importa la inconsistencia sino el arreglo rápido aunque sea con la venta del futuro.


No ha pasado ni tres semanas de los paros de ciertos municipios, de la salud, de los maestros por la mora en la cancelación de sus remuneraciones, cuyas secuelas llegaron hasta la muerte de varios niños desatendidos en varios centros médicos que merecieron la condena pública, y el gobierno acepta, no se sabe exactamente bajo que tipo de presión de los militares y policías, aumentar el rancho a 50 dólares mensuales a cada uno de los miembros de estas fuerzas, y además subir ciertos salarios de otros servidores públicos, cuando tiene un compromiso internacional firmado de no hacerlo.


Me imagino que el Presidente nos dirá de donde sale ese dinero, cómo lo descubrió, porque hasta hace pocos días no había un céntimo para nada. Nos deberá explicar cuales son sus prioridades ya que otra vez quedaron relegados los sectores sociales. Es hora de exigir consistencia entre los discursos, las promesas y los objetivos nacionales. Después acusan a los principios de una buena política económica de sus consecuencias, cuando de esto deben responder los que juegan con el interés del país.


Lo comentado es un episodio más de la larga serie de desatinos presupuestarios de la era democrática, que han llevado a una situación de casi ingobernabilidad fiscal. La creación inorgánica de gastos que se escudan en preasignaciones de fondos públicos, sin su correspondiente transferencia de responsabilidades, es una lacra nacional. Lo peor es que han sido los propios gobiernos los que han propiciado estos retaceos, y lo han hecho bajo la justificación de que las circunstancias políticas exigían un sacrificio fiscal.


De seguro alguien me dirá que estoy en contra de la descentralización, lo cual no es cierto. Lo que no apoyo es la irresponsabilidad en el manejo de los recursos públicos. Las leyes de preasignación tienen el terrible error de no contar con un capítulo de financiamiento real. La historia reciente está llena de esos episodios confabulatorios del interés colectivo.


El político responsable no es aquel que toma decisiones para obviar un problema creando uno más grande que se evidencia en los tiempos por venir. A muchos no les gusta manejar con prudencia y sobriedad los dineros del Estado, y son proclives a buscar cualquier subterfugio para salirse de los principios que adornan una política económica seria y equilibrada, que cuide el futuro. Por eso chocan con los multilaterales que por su involucramiento como acreedores de largo plazo y hacia sectores sociales, al ver estos hechos suspenden los desembolsos programados y con ello ahorcan al país.


A qué viene todo esto?. A advertir que el gobierno da señales de romper el programa económico y eso traerá dolores de cabeza a la colectividad. Por el bien de unos pocos, malestares para la mayoría.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Abril 20 del 2004

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