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Algunas tareas pendientes

Las tareas del 2004 son complejas pero exigen su atención. El Estado le debe a la sociedad una organización que le asegure servicios eficientes en todos los ámbitos de su competencia. El gasto público sigue en un andarivel incómodo si buscamos atender como sería debido a los sectores sociales. Cuesta esfuerzos enormes el romper los círculos de intereses forjados a lo largo de muchos años que se han enquistado como plantas parasitarias en el tronco de los recursos públicos. Y lo peor es que se creen los representantes del interés colectivo cuando lo que les importa es mantener sus privilegios sabiendo que su aporte es no sólo nulo sino pervertidor de las ambiciones nacionales. En otro andarivel caminan los ingresos tributarios que a pesar de los esfuerzos desplegados para combatir la corrupción tributaria, siguen dando señales de una resistencia troyana. El principio de nitidez o transparencia en estos dos campos aún es una simple retórica. Ni rinden cuentas o se someten a un escudriño público, ni por el otro lado se acepta el rompimiento de la reserva informativa.


El lado bueno es que luego de muchos años que comenzaron con ajustes a los precios de los servicios públicos y de propuestas para subir los impuestos, el 2004 finalmente deja un sabor diferente: no hay paquete fiscal a la vista. El presupuesto está soportado en la estructura tributaria actual, y no necesita de una manito para que pueda funcionar razonablemente. Aquí se ve el resultado de un buen manejo de las finanzas públicas, acompañado por un ambiente internacional favorable que no se lo explota por las deficiencias e inconsistencias de la política petrolera. Este sólo hecho es una muestra de lo recomendable que es tener un Estado ordenado. Nos alivia la vida, y si encima gasta con criterio, restituye la esperanza de una sociedad más equitativa.


Cuando el Ecuador comprenda que su mejor socio con el “desarrollo social” es una política económica predecible y estable, habrá dado un salto cualitativo de repercusiones inimaginables. Incumplir compromisos, gastar alegremente, no rendir cuentas, no pagar impuestos son signos de una sociedad intelectual, moral y económicamente atrasada.


Un Estado que se ajusta y no abandona sus responsabilidades promueve un ambiente en el cual el impuesto “inflación” que es el mas regresivo de todos, se convierte en un elemento dispersador de preocupaciones y auspiciador de nuevos centros de bienestar. Pues bien, este elemento que llegó por fin a un nivel mas razonable con la dolarización, todavía corcovea, y lo hace en productos que no tienen competencia internacional: la educación es 25% mas cara en el 2003 y nos preguntamos ¿qué se hace para combatirla?; los servicios públicos y los alquileres aumentaron el 23% y ¿quién los controla?; el transporte en el 16%, mientras los alimentos, los vestidos no subieron los precios durante todo el año. ¿Dónde está la tarea? Si queremos que la inflación baje mas, está claro a quienes hay que enfrentarlos.


Finalmente el TLC es un reto que ofrece oportunidades y que el país no debe dejarlo pasar. Posiblemente puede convertirse, ojalá así ocurra, en un factor de integración nacional que consolide posiciones y obligue a la reconversión del sistema político, al productivo y al mejoramiento institucional.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Enero 29 del 2004

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