Que queremos ser
En la historia económica moderna de nuestro país el dólar tiene una presencia muy cercana y cada día creciente. Desde 1949, con la sola excepción de 1971, el mercado libre de cambios y la posibilidad de traer o sacar capitales del Ecuador ha sido una realidad del quehacer nacional. Este hecho le marcó a nuestra sociedad dentro de América Latina, ya que, en los 60 y 70 era una isla en este campo, pues la mayoría de países sostenían rigurosos controles cambiarios. Los mercados negros florecían y los gobiernos no tenían forma de controlar estas transacciones. Eso se vivió intensamente cuando Velasco Ibarra cerró este mercado. Algunos, viejitos o por lo menos maduros se acordarán cómo el país sintió una asfixia colectiva por esta decisión que llevó a su temprana eliminación. Las complicaciones políticas fueron evidentes. Se había perdido parte de la libertad económica y un derecho social.
Con los años, los demás países de la región abrieron sus fronteras y con la colaboración de la tecnología se integraron los mercados financieros de una forma tan dinámica que en estos días hablar de controles a los movimientos de dinero es una solemne tontería. Igualmente, con el tiempo las políticas económicas fueron cambiando de un modelo de intervención e ingerencia estatal directa, con precios controlados y protecciones altas, hacia un esquema de mercado en el cual prevalecen los principios de libertad de elegir en las tomas de decisiones.
En ese ambiente de cambio, muchos países se dolarizaron por la decisión de empresas y personas que perdieron la confianza en la moneda local pues ella extravió su función básica de depósito de valor. De esta manera, los pueblos en una especie de “venganza” volvieron inefectiva la política monetaria por el abuso del impuesto inflacionario y la incapacidad de manejar bien las finanzas públicas. De esta forma nació una nueva forma de dependencia de la política económica en una variable cualitativa: la credibilidad. Habían cambiado las coordenadas del sistema económico.
Con el modelo anterior en buena parte de la estructura productiva el Estado imponía sus criterios. Con el actual eso, salvo excepciones, es historia. Ahora lo que marca una buena gestión nacional es la forma como se conducen las finanzas públicas. La política fiscal y los problemas de productividad y eficiencia se volvieron el centro de la política económica.
En esa línea de evolución, la pregunta que surge es ¿qué queremos hacer de nuestro país?, ¿cuál es la visión del futuro?, sabiendo que estamos inmersos en un modelo globalizado y somos parte de un sistema en el cual el dólar es un imán muy poderoso. La pregunta es pertinente, aunque debíamos haberla formulado antes de oficializar la dolarización, precisamente porque estamos en la etapa embrionaria de la negociación del TLC y ese tratado será una suerte de “cometa” que durante algunos años traerá consigo una cola con un sinnúmero de decisiones y hechos políticos y económicos que alterarán, para bien o para mal, la estructura social. El futuro estará marcado además por la forma como construyamos nuestros compromisos alrededor del CAN. En nuestro caso la temática vinculada con las diferencias de política económica impone una consideración particular ya que es un elemento vital para la consecución de un esquema con réditos para el Ecuador.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Enero 15 del 2004