Es hora de cambiar
Desde hace muchos años los países en desarrollo, hoy llamados en su mayoría emergentes (?) tienen entre sus caracterizaciones la de ser deficitarios en ahorro interno, lo cual, dicho en otros términos, significa que carecen de recursos propios para sostener un proceso que les lleve a una etapa mas avanzada de bienestar. Necesitan del apoyo de capitales externos para llenar el vacío que existe en la cobertura de sus demandas nacionales, y para ello pueden recurrir al endeudamiento que deja el riesgo en manos del país, a la promoción de inversión extranjera que transfiere el riesgo a los promotores de proyectos a cambio de una rentabilidad esperada, a la generación de exportaciones, al impulso del ahorro nacional y últimamente a las remesas de emigrantes.
El Ecuador escogió la primera opción en la etapa final de la aplicación del modelo de desarrollo con alta protección de los mercados internacionales y durante toda la época democrática. Se puede decir que desde 1975 la incursión del país en los mercados financieros mundiales como un demandante de crédito ha sido una constante. Diversificó exportaciones y descuidó, al principio por las condicionalidades negociadas dentro del Grupo Andino y luego por los desentendimientos políticos internos, la atención de políticas atrayentes al capital privado internacional. Finalmente, el ahorro interno ha sido un tema olvidado.
El costo de esta estrategia se vio a inicios de los años 80 cuando los mercados mundiales cerraron abruptamente el crédito al Ecuador y, nacieron los tortuosos procesos de refinanciamiento. Después de múltiples rondas de renegociación de la deuda externa y dos con reducciones importantes, el país todavía tiene problemas en la atención de estas obligaciones ya que a lo largo de este período, el manejo presupuestario mantuvo la política de endeudamiento público como instrumento de atención de las necesidades estatales. El peso de su servicio se ve con claridad en la Pro forma del 2004. Los intereses representan el 12.7% del gasto y las amortizaciones el 21.2%.
Hay que decir basta a los déficits públicos y no más incremento de la deuda pública. La transición exige claridad de propósitos. Sabemos que no podemos pagar las amortizaciones a la velocidad de sus vencimientos pero no podemos desatenderlas si estamos convencidos que se necesita de tiempo para generar una economía conciliadora con la inversión que promueva empleo y producción y, por eso hay que buscar renovaciones compensatorias y transitorias a través de nuevos créditos.
Cualquier quiebre de responsabilidades trae mas costos que beneficios. Ya lo hemos visto en carne propia. Recordemos lo que nos pasó el 99 cuando se decidió no pagar la deuda. Se cayó el sistema y la inequidad se profundizó. Por ahí no está la solución. Argentina y sus desgarrantes problemas sociales es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Se han preguntado porqué Brasil siempre busca una solución negociada. Lula, un dirigente con sentido social y responsabilidad económica no juega con los intereses de los pobres ni beneficia a los estratos altos con decisiones que licuan obligaciones.
Hay que cambiar la política de financiamiento buscando la inversión externa y dando alicientes al ahorro interno con un sistema de pensiones competitivo y seguro para salir de este estrangulamiento.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Octubre 23 del 2003