Basta de los mismo
Algún día en el Ecuador se debe entender que las decisiones de política comercial e integración son parte integral del programa económico y deben guardar consistencia con los lineamientos del modelo en aplicación.
Eso ocurría allá por los años sesenta cuando en América Latina estaba en boga los principios de desarrollo protegido, con fuerte influencia estatal, multiplicidad de regulaciones y controles a los mercados. En esos tiempos se negociaba ítem por ítem las concesiones comerciales, se diseñaban los programas de desarrollo industrial compartiendo cada sector entre los distintos países, se regulaba la inversión extranjera, y los mercados financieros estaban aislados. A nadie se le ocurría abrir las fronteras por su inconsistencia con los postulados del esquema económico en ejecución. Los principios del impulso industrial partían de las premisas teóricas de la “industria infante” que necesitaba cuidado esmerado y una protección durante su época de crecimiento y maduración.
A inicios de los ochenta, este esquema se acabó en el Ecuador. En verdad ya había dado señales de agotamiento algunos años antes, pero la incorporación del endeudamiento externo público y privado le permitió llegar a esos albores.
Ahora los principios que gobiernan las relaciones entre las economías de la gran mayoría de naciones son los de mercado, con ciertas limitaciones en el grado de apertura comercial, total integración financiera y poca regulación estatal. Sin embargo, ciertos procesos de integración siguen insistiendo en la metodología de negociación de hace treinta o mas años, época en la cual los flujos comerciales y financieros estaban muy restringidos y, dependían de la decisión “soberana” de cada país.
Como esto ya no existe, las negociaciones deben respaldarse en el concepto central de configurar políticas económicas “instrumentales” parecidas, que tengan objetivos comunes y no se las utilice para crear ventajas a favor de uno de los países. Si esto no hay como hacerlo, dejemos en claro que los procesos de integración sólo sirven para intercambiar decisiones que no se cumplen. De ahí el reclamo del Presidente del Ecuador en la última cumbre andina y la exhortación del Presidente Uribe para arreglar todos los incumplimientos en un plazo perentorio.
Esta es una vieja historia que se repite, desgasta un proceso que tiene valor pero que está mal concebido y peor instrumentado.
Yo no entiendo porqué la posición ecuatoriana, que es la más débil por su modelo de dolarización, no se enanca en el postulado del Presidente Uribe que señala que las devaluaciones conspiran con los procesos integracionistas, y propone combatir esto con la “concertación de las políticas monetaria, cambiaria, fiscal y de endeudamiento”. Si no abordamos esto con coraje, mas temprano que tarde confirmaremos que integración sin coordinación económica no es viable.
Cierto es que el tema es difícil, duro de concebirlo, pero nada se saca auto engañándonos de que “ahora si vamos a integrarnos” porque así lo declaran los máximos representantes de los países miembros, cuando con el paso de los días los incumplimientos se reproducen.
Es crucial incorporar la política de integración al programa económico. Sólo ahí, lo que se negocie podrá cumplirse. Si hacemos lo correcto ganaremos en resultados y en bienestar.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Julio 17 del 2003