Siempre en contra
Nos gusta oponernos por oponernos. Lo hacemos muchas veces sin siquiera saber por qué. Pero lo hacemos. Nos contagia una carga llena de emociones pero vacía de contenido. Creemos en la cuadratura del círculo. La defendemos con pasión y nos votamos a las calles a pelear en su defensa. Gente inteligente y preparada defiende la razón de la sinrazón.
Algo de esto ocurre con frecuencia con ciertos temas. Ahora le tocó al ALCA. Ayer era el OCP, a quien le precedió la modernización del Estado. Se extreman las posiciones: blanco o negro, bueno o malo, ángel o diablo. No caben posturas intermedias. Aflora el dogma, se rompen los diálogos. Perdemos todos.
En el tema del momento solo se aprecian los riesgos y se ignoran las oportunidades. Se simplifica el concepto desvirtuando la realidad. El ALCA ni es una panacea ni tampoco una catástrofe anunciada. Puede ser algo útil si se respetan sus objetivos y, eso depende de las negociaciones. Formar parte del proceso no compromete desde el inicio, sólo ofrece una oportunidad de conseguir opciones que pueden transformarse en empleos. Excluirse simplemente es renunciar al derecho de explorar nuevos caminos que en el horizonte ofrecen bienestar. Hay que balancear las decisiones y no actuar con posiciones prevaricadas.
Precisamente por nuestra característica de país pequeño debemos empeñarnos en sumar voluntades y aglutinar posiciones. Solos somos mas vulnerables. Unidos, mejoramos. Recordemos que mientras no se acuerden o resuelvan todos los temas, nada vale. Así son las reglas de este tipo de negociaciones multilaterales y multitemáticas.
Cierto es que los problemas son enormes, las distorsiones complejas, las diferencias profundas, pero no por ello hay que correr despavorido. A los pueblos se les conoce en las adversidades y los retos. Aunque somos pequeños, si concebimos una “posición nacional” y defendemos un “proyecto concreto”, podemos ser mas fuertes y alcanzar nuestros propósitos. En eso, que clara la posición del Canciller Brasileño y que oscura la nuestra. No se por qué casi siempre fallamos en la comunicación. ¿Acaso no estamos seguros de lo que hacemos?, ¿Tal vez improvisamos?, ¿o. a lo mejor sostenemos algo indigno que nos obliga a ocultar?.
Quienes se oponen piden transparencia. Con eso demuestran que no saben lo que se discute. Por eso afloran las suspicacias y crecen los temores. Los intereses nacionales rebasan la paredes de un cónclave. El Gobierno no puede seguir en esa postura. Tiene que abrir las puertas al diálogo para superar malos entendidos, enmendar posturas y aglutinar fuerzas. El tiempo apremia y no podemos seguir desperdiciándolo. Desde el lanzamiento del compromiso hace algunos años, aquí nada se ha discutido abiertamente. Este es un tema nacional que abarca todas las actividades. No nos olvidemos que el camino es de doble vía: informar por un lado y discutir con racionalidad por el otro.
Un ALCA con subsidios, dumping, preferencias, que trata a todos como si fueran iguales, que trabaja unidireccionalmente y sólo atiende a los grandes no cumple su propósito. Es otra cosa. Un Ecuador excluido pierde sus potencialidades. Se aísla en un mundo interdependiente. Ni lo uno, ni lo otro.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Noviembre 7 del 2002