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La trituradora

El gran tema no resuelto dentro de la economía mundial es el tremendo hoyo financiero que se produce en la balanza de pagos por la falta de mecanismos e incentivos para resolver ordenadamente los problemas que se presentan en las crisis de los países que no disponen de monedas duras y tienen endeudamiento externo.


Desde hace algunos años las historias se repiten y cada vez con mayor frecuencia. Méjico en el 94, la catástrofe de los ex tigres asiáticos, la quiebra rusa, la caída de los mercados de capital en el 98 y su cierre de los flujos de dinero a las economías en desarrollo que puso en jaque al Brasil, el caso ecuatoriano del 99, el derrumbe argentino de estos días, las dificultades venezolanas, en fin todos tienen como denominador común la fuga precipitada de capitales que lleva al colapso de todo el sistema económico, con una contaminación profunda de los sistemas financieros, secuelas en la confianza y credibilidad internas y pérdidas patrimoniales monstruosas.


Todo empieza con la percepción de que las políticas económicas no son sustentables y la capacidad de pago del país es vulnerable en cualquier momento a la acción de los depositantes internos y acreedores internacionales. Inmediatamente se activa el mecanismo de defensa de intereses particulares que opera libremente en la globalización. Toda la tecnología construida alrededor de las comunicaciones mundiales- internet, celulares- trabaja con una rapidez inimaginable y las transferencias de recursos a sitios "más seguros" opera incontrolablemente.


Conforme se contamina mas el ambiente y se agudiza la sensación de riesgo, el drenaje de dinero es cada día mas voluminoso. Caen los depósitos que tiene el sistema financiero, los intereses se van al cielo, el gobierno no sabe que hacer, se estrangula el país. La trituradora funciona demencialmente. Hace daños irreparables a la comunidad y no hay forma de detenerla cuando a alcanzado una etapa de acción que lleva a la caotización de las decisiones personales, corporativas y públicas.


Así funcionan las crisis actuales. Los mercados se adelantan a las acciones de los escasos mecanismos de protección y salvaguardia que tienen los multilaterales, que se ven desbordados por este flujo y reflujo incontenible de decisiones y recursos que pone en jaque incluso al país más poderoso del mundo. La declaración del famoso inversionista Soros desestabilizó a la libra inglesa. La amenaza descansa en este tan simple y a la vez complejo concepto que es la confianza. Cuando se la pierde se convierte en un monstruo de mil tenazas, pero mientras subsiste trae consigo bienestar, o por lo menos promete.


En este ambiente los países de mediano desarrollo están fritos. O manejan bien sus políticas económicas o caen al precipicio. ¿Para qué sirve el FMI?. En esas condiciones casi para nada. Es muy tarde. La acción de esta institución vale en etapas previas. También cabe la reflexión de que hacer para que los sectores privados sujeten sus decisiones a una regulación mundial que prevenga estos hechos. Pues bien, hasta ahora no hay una solución. Van a transcurrir algunos años hasta regular los movimientos mundiales de capital sin afectar los conceptos de libertad y mercado. Mientras tanto, lo único aconsejado es ser mas precavido que de costumbre. Ser y parecer un país que cuida con celo sus relaciones internas y externas para que la confianza se mantenga y los influjos de capital sean favorables.


Colaboración Editorial

Diario El Comercio

Febrero 20 del 2002

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