Visión y consistencia
El futuro depende de la consistencia en las decisiones diarias. Si el país tiene un sector público desproporcionado y un déficit fiscal complejo, cualquier sugerencia vinculada con estos hechos debe ser sólida. Por eso, plantear la eliminación del impuesto verde, que puede tener sentido, debe venir acompañada de decisiones para reducir el gasto corriente. Caso contrario, solo es una muestra más de la fragilidad conceptual e incoherencia política.
Igual ocurre con las iniciativas para crear más cargas al presupuesto o, en el caso del IESS reducir los requisitos para obtener beneficios. Y, la lista sigue. ¡Es que no entienden que no hay dinero casi ni para lo más elemental de las responsabilidades del gobierno! Parece que lo vivido no dejó huella ni lecciones aprendidas. ¿Qué quieren: acelerar la crisis? Y, cuando ella ocurra, dirán: Yo no he sido. ¡Busquen en las páginas amarillas!
Es hora de respetar los fundamentos que gobiernan la economía. A dejar de tratarla como el comodín de los intereses políticos. A establecer compromisos de gobernabilidad y respeto a los principios de manejo sano y responsable. Es tiempo de frugalidad. De ahorro. De hacer atractivo al país, dentro de un mundo que compite por los recursos, lo cual se consigue con seriedad y afán de rectificación. Hay que resolver los agobios sin extorsionar los incentivos de una economía funcional mixta de mercado.
Aquí cabe sacar de las gavetas guardadas en el desván de la economía a los fundamentos que determinan la competitividad y viabilidad de la economía ecuatoriana. En el mundo sobreviven los eficientes. Los que se preparan. Los responsables.
Se necesita atraer algunos miles de millones de dólares todos los años para restablecer los equilibrios y volver a crecer. A generar empleo, que por cierto la historia demuestra que es tarea incumplida. Entendamos que empleo e inversión son socios y no adversarios.
Son más de cuatro millones de coterráneos que están fuera del sistema económico. Que merecen atención. Que trabajan, pero no lo necesario o lo que quisieran. Que están marginados por la visión egoísta de la política laboral y, podrían ver un futuro más prometedor si concilian sus intereses con las necesidades de crear un marco de trabajo productivo, de alta competitividad y eficiencia, con riesgos compartidos entre capital y mano de obra.
Dejemos a los trabajadores actuales con sus derechos intocados. Así reza el contrato social. Busquemos una solución propia para los que se persigue extraerlos de su marginalidad, bajo normas que sin cambiar los derechos sean flexibles a las necesidades del mundo actual y los retos del mundo del conocimiento. Así se hacen los cambios, con visión y consistencia.
Colaboración
Diario El Comercio
8 de febrero del 2019