Ahí se juega el gobierno
Abrió una ventana de esperanza para la recuperación de la democracia y la reconstitución de la economía. Dos temas inseparables. Sin buena política no hay buena economía. Punto. Así de simple. Sus declaraciones iniciales demuestran un afán de corregir, esperamos que a fondo y no en la epidermis, los graves conflictos acumulados a lo largo de una gestión que violentó derechos y desfiguró la economía. El tiempo lo dirá. Cada día habrá un termómetro muy sensible a las señales que emanen del ejecutivo.
Todos los problemas apremian. Las tareas son múltiples, en algunos casos extremadamente complejas, que sin duda requieren de una voluntad política firme, fuerte, capaz de alinear las fuerzas al interior de su movimiento para convencerles que las rectificaciones son indispensables. Que las amenazas son graves e ineludibles y no pueden enfrentarse con los parámetros, métodos y principios que se utilizaron en la línea de gestión, que se espera concluyó el 24 de mayo pasado.
Además, desde el otro lado, se aguardan hechos concretos en política y economía. Que rescaten instituciones. Respeten sus ámbitos. Exista transparencia y, todas estas acciones miradas en conjunto sean el soporte de la recuperación de la confianza, para amalgamar decisiones que rompan este circulo de pérdida de vitalidad económica.
En economía hay poco espacio de maniobra. Escasos grados de libertad. Está arrinconada. Entre tantos desequilibrios, sobresale el fiscal, que sigue digiriendo deuda. Esta semana el gobierno lo hizo en términos onerosos (en contrapunto a lo declarado de buscar mejores condiciones). Se dirá que era inevitable. Que los entrantes, entre los cuales pocos son nuevos, porque quedan muchos de la gestión anterior, no tuvieron tiempo para trabajar con otros instrumentos compatibles con el anuncio oficial y, bien recibido, de austeridad. Ahora, toca ver cómo la definen. Hasta donde piensan llegar. Cómo lo piensan hacer, pues de aquí saldrá el mensaje más importante de toda la gestión económica. Sin arreglo fiscal, todas las demás actividades y sectores no podrán ofrecer seguridad y estabilidad.
Por eso, para recuperar la confianza, en muchos casos pérdida, en otros muy venida a menos, es vital confirmar esa disposición al cambio, con medidas concretas. Con hechos tangibles. No faltan los agnósticos, cuyas visiones alertan sobre la temporalidad de este ambiente, con argumentos objetivos que se derivan de los engaños cometidos por el anterior gobierno.
En definitiva, el país está frente a un relevo o hay un cambio real de gobierno. Si es lo primero, poco se podrá ofrecer y remediar y, mucho perder. Si es lo segundo, desde la propia dolarización podrá mantenerse. Ahí se juega el gobierno.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
02 de junio del 2017