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No culpen a otros

El debate político ocupa lugar prominente. Sin embargo, varios temas económicos se han cruzado en la opinión pública: las medidas bancarias adoptadas hace pocos días y el reincidente proyecto de ley de plusvalía. Ahora, de pronto se incorporó la Resolución de la Superintendencia de Control de Mercados (SCM) que obliga a los bancos a abrir cuentas de dinero electrónico, que desconoce la Junta de Regulación Monetaria e insiste la SCM en su vigencia, a la que le acompaña declaraciones peligrosas de funcionarios monetarios del gobierno, enzarzados en una confrontación temática en las redes sociales.


El país no puede digerir estos ingredientes. No hay reposo ni prudencia. Cada día aparece una nueva intimidación. El tono de la controversia rebasa lo tolerable y ahora el dinero electrónico enfrenta a entidades públicas (patético).


Las amenazas contra la propiedad, el ahorro, la renta y la estabilidad dejaron de ser tales. Son parte de la realidad. Forjan una oscura estela en la perspectiva nacional. Las inconsultas decisiones y declaraciones señaladas, copan el espectro de temor instaurado en el país. El miedo da señales de reemplazar a la confianza y, por ahí emerge un virus cuya aparición puede complicar terriblemente la vida de todos.


Los temas son muy delicados. Merecen un análisis sereno, en especial del gobierno, a quien le corresponde guardar una compostura ejemplar y asegurar al país, la continuidad del sistema financiero. No puede seguir usando los recursos depositados en el Banco Central para financiar el déficit fiscal, ni obligar a recibir un dinero espurio. Sabe perfectamente que aquello es dañino y peligroso. En sus manos está en parar este proceso contaminante para precautelar la dolarización. Es hora de empezar a devolver lo obtenido del BCE.


Los representantes del sistema financiero deben mantener sus esfuerzos para asegurar la calidad de las instituciones, bajo el compromiso del gobierno de respetar los recursos de los ecuatorianos, que confiaron en las instituciones nacionales. Sus responsabilidades obligan a continuar por la línea de gestión conocida por el país.


No conviene sostener la confrontación. Los riesgos pueden desbordar al sistema. Es hora de demostrar afán de enmienda y buscar una salida compartida con el sistema financiero, reparando además el ambiente de las inversiones y sus rentas en bienes raíces. Ambas actividades, la financiera y de construcción necesitan de un Estado cooperante y no de un adversario.

Sin armonía interna, sustentada en el respeto mutuo, no hay posibilidad de construir una sociedad con futuro. Si no lo hacen, no reclamen si algo pasa, ni culpen a los paraísos fiscales por la fuga de capitales.

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