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Están devaluando

Algunos lectores de la columna estarán sorprendidos por el titular. Se preguntarán cómo puede hablarse de devaluación si la economía está legalmente dolarizada y el gobierno a pesar de que maneja el Banco Central no tiene potestad para influir en el curso de esta moneda.


Así es. Nadie discute eso, pero encontró una forma indirecta pero efectiva de hacerlo, aunque sea de manera incompleta, al encarecer el costo de las transacciones que impliquen salida de divisas. Y con ello estableció un mecanismo que cumple varios objetivos: regula las importaciones reduciendo el peligro respecto a la vigencia del Convenio con la OMC, pues el tributo aparece diseñado para cerrar el mercado de capitales antes que dedicado a influir los movimientos de productos. Segundo, atiende las angustiosas necesidades fiscales. Tercero deja libre de impacto, por lo menos en la teoría a las exportaciones al excluir del pago a sus insumos importados y finalmente pone una barrera desproporcionada a los movimientos de capitales que aísla al país.


En la práctica el aumento propuesto del Impuesto a la Salida de Capitales se convertirá en un recargo arancelario a las compras internacionales de artículos terminados o intermedios que no se utilizan para las exportaciones. Ya no se refiere a los movimientos de capitales como fue definido y defendido por el gobierno al plantear la primera reforma tributaria en el año 2007. Ahora su propósito es frenar el déficit comercial de la balanza de pagos sin refrenar el atropellado gasto público.


Con ello se confirma la política económica de reducir el tamaño de la actividad privada para sostener una gestión pública que no tiene intención alguna de compatibilizar los ingresos oficiales con las obligaciones que cada día tienen un compromiso adicional.


Nada le alcanza al bolsillo del gobierno. La abundancia petrolera, las generosas recaudaciones tributarias, el re endeudamiento público son insuficientes. Ahora apela a otra reforma tributaria, a la cual le llama verde, pero cuyo contenido le deja descolorida.


El camino ya está claro. Muchos no lo entendieron cuando se lo impuso la primera vez. En el futuro este impuesto podrá ser superior -de eso estoy seguro- y su gravamen estará justificado por los déficits simultáneos: fiscal y de balanza de pagos. Por eso esta devaluación encubierta, selectiva, que encarece las importaciones y los movimientos de capitales es la vía de escape de los desequilibrios creados. De ahora en adelante, la rentabilidad de las empresas descansará en precios más altos para los consumidores, con protección a los productores ineficientes, en franca contradicción con los postulados de la Ley anti monopolio recientemente aprobada.


Es el costo de un Estado desenfrenado en el gasto que no tiene ánimo de enmienda.


DESTACADO


El Impuesto a la Salida de divisas encarece importaciones y el ingreso de capitales. Es una devaluación parcial y encubierta.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Octubre 20 del 2011

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