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Pensando en voz alta

Escribo esta columna el primer día del año, en una tarde maravillosa del Valle de los Chillos, con un cielo abierto y un sol esplendoroso que espero sea un buen augurio de los tiempos por venir. Se siente, en ese ambiente de alegría contagiante un silencio que llama a la reflexión y anuncia el fin de fiestas con su regreso a la vida llena de dilemas, oportunidades, desafíos, amenazas.


Vuelve el mundo a la cotidianidad. Otra vez retornan los quehaceres, pues ha terminado el tiempo de los buenos deseos dando paso al trajín diario que busca vencer los obstáculos que median para alcanzar las metas buscadas. Es hora de poner las ideas en orden. No hay tiempo que perder, la vida es demasiado corta para desperdiciarla sin buscarle un objetivo o trazarle una meta.


Siempre tendremos dilemas y hay que aprender a enfrentarlos con visiones simples pero llenas de valor. Los resultados llegan cuando se los persigue con perseverancia. No son cicateros con quienes los buscan con ahínco, pero también con realismo, enmarcados en un razonamiento lógico y consistente, que deje en la vereda esa tendencia sofista que ha renacido en algunos estamentos.


Ojalá este 2014 marque precisamente el ocaso del abuso, la prepotencia, la injuria gratuita y consuetudinaria, para recoger como regalo precioso e invalorable, el retorno de los derechos individuales, colectivos, políticos, sociales, económicos. El resguardo de los principios y el despertar de aquellos que anteponen sus conveniencias personales y bailan al son que les tocan, por la defensa de interés comunitario.


¡Qué bueno es soñar! Muchos líderes han transmitido esperanza con sus ilusiones para construir un mundo en el cual todos tengamos cabida y termine la inquina o el abuso del poder, sea este político o de otra especie, y la sociedad algún día encuentre ese equilibrio, frágil pero indispensable, entre los derechos y las obligaciones, y nadie se sienta predestinado para imponer su forma de pensar o su interés económico.


Por eso hay naturalidad entre la democracia y la economía de mercado que se entrelazan en la búsqueda del bienestar colectivo, pues defienden con claridad la libertad de pensar, escoger, decidir, interpretar. En fin, actúan protegiendo la razón de ser de la existencia del ser humano y su categoría de especie superior. Sólo necesitamos contar con más ciudadanos, conscientes de su rol en la colectividad, para sustentar una sociedad libre.


Pueden existir millones de empresarios, o profesionales, o trabajadores, pero si solo ven sus conveniencias y no actúan como ciudadanos, miembros de un conglomerado humano, que tiene objetivos y responsabilidades compartidas, triste será el horizonte del país aunque el brillo del sol nos levante el ánimo del inicio de esta nueva etapa.


DESTACADO

Necesitamos contar con más ciudadanos conscientes de su rol para sustentar una sociedad libre.



Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

2 de Enero del 2014

 
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