No más subsidios
Los subsidios son necesarios para acelerar el proceso de solución de la pobreza. Deben estar cobijados por una política económica que sea previsible, estable, segura, promueva suficientes fuentes de trabajo y contenga incentivos dedicados a enfrentar las causas de la pobreza. Es decir acompañados de planes educativos, de salud pública, de alimentación en edades tempranas de vida, para formar miembros que contribuyan al engrandecimiento de la sociedad, encuentren empleo y reciban un trato o vida digna.
Además deben ser temporales para enviar el mensaje de apoyo público con esfuerzo y disposición al trabajo y no a la gratuidad. Estar perfectamente orientados y subordinados a la evaluación de las condicionalidades formativas para combatir el problema de inequidad.
No pueden ser generales, indefinidos y peor destinados a los estratos acomodados. Ninguna razón justifica su existencia si por estos subsidios se impulsa o defiende actividades empresariales. La economía de mercado responsable no requiere de este sacrificio colectivo para el mantenimiento de ciertas actividades. Las empresas privadas no pueden vivir en condiciones parasitarias o de dádivas colectivas.
De qué sirve tener una economía construida sobre bases falsas e insostenibles. No es viable y además desperdicia recursos que podrían servir para planes sociales de lucha directa a la pobreza. Esa es la consecuencia directa de la decisión gubernamental de rechazar los beneficios derivados del ATPDEA. Si del monto se trata, el problema no luce mayor, sin embargo se rompe con el principio de uso selectivo y prioritario de los recursos públicos destinándoles a un fin que tiene solución con una política económica internacional que abra los mercados y permita a los empresarios nacionales demostrar que son eficientes y pueden luchar para ganar un espacio en base a eficiencia, productividad y no por depender de unos subsidios que desnaturalizan su calidad de tales.
El gobierno debería, si quiere ser consistente con sus postulados negociar los acuerdos comerciales y retar a las actividades privadas a que demuestren sus habilidades y no a enclaustrarse tomando recursos públicos para defender precariamente, y a lo mejor sin éxito, algunos miles de puestos de trabajo.
Aquí cabe decir no más subsidios y peor con este destino. Los empresarios y sus dirigentes no deben contribuir al amontonamiento de recursos que se pierden sin cumplir su función social. Este año la proforma da cuenta de un aumento del 32% en estos sacrificios fiscales que ya superan el 7% del PIB, cuya presión en algún momento explotará. El proyecto de ley enviado debería archivarse.
DESTACADO
Los subsidios no pueden ser generales y peor destinados a los estratos acomodados.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Julio 18 del 2013