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Una región para admirarla

América Latina sigue demostrando una fortaleza particular a pesar de los daños ocasionados por los seis años de crisis de las economías maduras. Aprendió de sus errores. Ahora, con pocas excepciones, no juega con la economía. La maneja de forma responsable. No cambia las reglas de juego por capricho de sus gobiernos sino que lo hace sólo para corregir el rumbo y asegurar los resultados. Ofrece seguridad y los inversores buscan oportunidades. Parece que encontró el rumbo de salida del subdesarrollo. Sus índices de pobreza y marginalidad finalmente están cediendo.


La democracia se extiende y madura con el tiempo. Desaparece, o mejor declina el fatal ciclo político que cambia todo y ofrece el cielo. Ahora muchos dirigentes procuran cambios posibles dentro de un marco de respeto al más importante contrato social como es la Constitución, la ley y los derechos establecidos. La estabilidad toma cuerpo. Es multidimensional: política, económica, social y se convierte en la tabla del desarrollo. El populismo, por fortuna ahora minoritario, trabaja en zonas donde todavía se viola la ley de forma abierta, explota la incultura, promueve el fanatismo y abusa de la ingenuidad.


Sin embargo, la historia enseña que no se puede adoptar la postura del soberbio con una actitud jactanciosa de haber resuelto todo y ahora pensar que la política es inmutable. Nadie tiene la última palabra. El mundo cambia cada minuto y las sociedades deben estar despiertas para acoplarse a la nueva realidad con sus retos. Nacen nuevos paradigmas que reemplazan aquellos que trascendieron en el siglo XX.


Por eso es increíble ver con nuestros ojos como los mercados del mundo miran a la región. Se convirtió en un imán que despierta interés. Y los países latinos, lamentablemente no todos, responden con decisiones sensatas, creíbles y atractivas. Nadie pensó que esto sería posible, apenas 15 años después de una época compleja, marcada por crisis consecutivas que incluso averiaron los cimientos de la democracia. Ahí se ve lo que vale la perseverancia y el afán de enmienda.


Por eso, por la responsabilidad y objetividad de los cimientos económicos construidos con sacrificio y no pocos malentendidos, sus principales indicadores continúan en niveles satisfactorios y los problemas de inequidad demuestran una mejora evidente. Sin embargo, sigue siendo una región todavía con ingresos polarizados pero que ofrece esperanza. Ya no dilapida recursos ni inventa planes milagrosos. Halló en la racionalidad económica una vía de mayor seguridad para la solución de sus viejos y conocidos dilemas del desarrollo y bienestar colectivo. El reto es no marearse con lo obtenido y saber ajustar lo necesario para mantener el rumbo. No descuidarse.


DESTACADO



Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Diciembre 26 del 2012

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