Europa con más interrogantes
Europa sigue en su laberinto. Hay momentos que parece encauzada a resolver sus problemas y se aprecian signos de aliento. Pero no pasa mucho tiempo y otra vez algún indicador nubla el ambiente, reaparecen la incertidumbre con su efectos en las actitudes de personas, empresas, comentaristas que terminan por contagiar a los mercados.
Toda esa desazón, a la que no han estado acostumbrados los europeos pues la historia de casi medio siglo ha sido de cosechas abundantes, ahora busca una explicación y las hipótesis son abundantes: abusaron de la sociedad de bienestar y construyeron una no viable, dejaron de ser competitivos, permitieron que las cargas públicas no se financien con la contribución oportuna, los estados se convirtieron en una pesada carga con poca capacidad de resolver los problemas de los ciudadanos, construyeron un sistema político ampuloso y poco eficiente, dejaron inconclusa la tarea comunitaria, no entendieron las restricciones y responsabilidades compartidas de tener una moneda común.
No hay sociedad en el mundo que pueda ofrecer resultados si no cultiva la estabilidad política, económica, social. Su presencia asegura resultados tangibles y el orden de prelación arranca con la política pues ella marca las condiciones de respeto a la democracia, sus instituciones, el valor de las reglas sociales y el cumplimiento de las obligaciones. Para fortuna de los europeos, esta base está consolidada. Lo que falta es aceptar el tamaño del problema, el tiempo largo que se necesita para resolverlo y la forma de hacerlo sin vacilaciones.
Ahí los resultados electorales en Francia y especialmente Grecia abren una brecha de entendimiento de lo que quieren hacer y lo que podrían modificar sin poner en riesgo su participación en el Euro por una reacción inadecuada de los inestables y sensibles mercados financieros, a los cuales les necesitan de manera indispensable para salir del hoyo, a la par que ofrecer algún aliento a sus ciudadanos. No hay lugar para errores. Son fatales.
El dilema no ofrece mucho espacio. Es más, si no se completa la construcción de la organización comunitaria con responsabilidades federativas integras, debidamente asignadas a órganos centralizados, las variantes son más de forma que de fondo. Socialistas o populares, cristianos o marxistas, lo cierto es que los hechos no dan para disquisiciones ideológicas sino prácticas.
Mientras no regrese la confianza al sistema, poco se puede cosechar para mejorar los índices sociales. Se habla de impulsar el crecimiento, pero nadie articula una propuesta coherente con las restricciones fiscales y el abultado endeudamiento que demanda la presencia de agentes económicos dispuestos a apostar por un largo plazo en un ambiente político de baja estabilidad.
DESTACADO
Las elecciones en Francia y Grecia traen interrogantes de lo que quieren y podrían hacer sin arriesgar el Euro
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Mayo 9 del 2012