Mirando hacia atrás
Después de tanto ir y venir del gobierno sobre las negociaciones de los acuerdos comerciales, perdón de desarrollo como eufemísticamente se los denomina en la jerga oficial, sin un solo resultado concreto, y además admirar las profundas inconsistencias entre sus miembros, contradicciones que se evidencian cada vez que ocurre algún episodio, intrascendente por lo general, con las contrapartes, sólo queda como mensaje la indisposición gubernamental al mantenimiento y explotación de los mercados internacionales.
Autarquía, vieja autarquía es la opción. Protegerse de los explotadores internacionales y confinar a la economía a una realidad de pobre rendimiento y perspectiva. En otras palabras es manejar con la mirada por el retrovisor como destino de una conducción que no está en reversa. Así se ve la gestión de las relaciones económicas internacionales y peor aún las diplomáticas. Perdidas, embotelladas en inconsistencias, conflictivas con los derechos humanos y los principios de una convivencia pacífica, a históricas, soportadas en dogmas antidemocráticos desvinculados del futuro de la economía mundial.
Mientras así se ve el mundo desde esta pequeña nación, dirigentes de sociedades más reducidas no dejan de aprovechar las conveniencias de la globalización. Por ello volví a leer la entrevista hecha en noviembre del 2010 por la reconocida revista Spiegel al ex Primer Ministro de Singapur Lee Kuan Yew, forjador del famoso Estado-Ciudad, que salió de la nada y ahora es un referente mundial cuya respuesta a la pregunta del periodista si teme la insurgencia china fue tan categórica que no deja espacio para la duda: “Es de estúpidos ser temeroso”, dijo textualmente. Y luego señaló que el siglo XXI va a ser el siglo de Asia. El eje económico pasará del Atlántico al Pacífico. Será, en sus palabras, la restauración del balance mundial que existió a inicios del siglo XIX y finales del XVIII cuando China e India eran responsables de más del 40% del PIB mundial.
Y eso vio Deng Xiaoping en 1978 luego de visitar Bangkok, Kuala Lumpur y Singapur y encontrar que en lugar de ser atrasadas eran ciudades modernas cuyo bienestar era incompatible con las reglas del comunismo chino. Ahí, según Lee, se inició la apertura, incorporación a la OMC y la zona de libre comercio del gigante asiático.
La ventaja está en ser rápido y oportuno para entender los cambios. La velocidad para atraer capitales, generar nueva producción y expandir el empleo depende de la visión sobre las ventajas particulares. Y en eso la vigencia de la ley, la defensa de los derechos de propiedad intelectual y la seguridad tributaria sobre la inversión son una combinación ideal para productos que no sean parte de una producción serial y conocida. Eso lo puede hacer cualquiera. Hay que saber diferenciarse.
DESTACADO
Las relaciones económicas internacionales y las diplomáticas están perdidas, embotelladas en inconsistencias.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Enero 25 del 2012