Un día para olvidar
A propósito de los grandes dilemas que debate el mundo sobre la forma de conducir la crisis, hallar el sendero que la resuelva, mantener la paz, defender los objetivos sociales de convivencia, luchar por el sostenimiento de una economía de bienestar, bregar las diferencias políticas y todo hacerlo dentro del marco de respeto a las fundaciones que gobiernan a los países democráticos, leamos con cuidado las reflexiones de Ernesto Ottone, político y académico chileno, asesor de los gobiernos de la Concertación, que a pesar de estar dirigidas a la convulsión estudiantil chilena, sus conceptos rigen, se aplican todos los días en las sociedades políticamente maduras y son pertinentes para el análisis de los problemas políticos nacionales.
“La democracia no es un sistema que aspira a la armonía general ni al pensamiento uniforme, eso es más bien patrimonio de los gobiernos totalitarios (sic). La democracia, por el contrario, considera legítima la existencia de intereses contrapuestos, de conflictualidades de origen diverso y de visiones muy distintas de cómo resolverlos.”
Así se gobiernan las sociedades política y económicamente consolidadas y, ahora por fortuna también algunas emergentes. El diálogo, la concertación, la búsqueda de las identidades y objetivos compartidos, dentro de los cuales cada parte cede algo de sus aspiraciones para alcanzar la armonía colectiva y emprender la recuperación.
No se les ocurre abrir heridas, peor ponerlas sal, refregar hechos dolorosos o promover actos de aparentes victorias pírricas. Ottone, vuelve sobre el tema y dice: “Siendo…..el conflicto parte del proceso democrático, es necesario señalar también que la pura preeminencia del conflicto en la agenda política….resulta inconveniente…. Al revés de los regímenes autoritarios, donde impera la lógica amigo-enemigo, donde el enemigo debe ser derrotado y ojalá destruido, la democracia propugna la canalización de los conflictos, y en consecuencia la limitación del uso de la fuerza.”
En esa perspectiva qué lejos se ve a nuestra democracia, si algo queda de ella. Qué poco afecto se la tiene. No se la cultiva. Tampoco se la defiende. A su nombre se justifica lo que conviene. Se la usa con inmadurez. En definitiva se la irrespeta.
Ottone, en su artículo “Conflicto y Democracia” del 3 de septiembre publicado en El País, añade: “La democracia no pertenece….al reino de las verdades absolutas, de la razón definitiva encarnada en una particular idea o en una categoría de personas particularmente iluminadas…Nadie en nombre de nada puede pretender que sus ideas deban ser aceptadas como un todo”.
Hoy cuando se cumple un año de los lamentables hechos que sesgaron la vida de algunos compatriotas, los esfuerzos deberían encaminarse a reconquistar la democracia extraviada.
DESTACADO
La democracia no aspira a la armonía general ni al pensamiento uniforme, eso es patrimonio de los gobiernos totalitarios.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Septiembre 30 del 2011