Más impuestos menos crecimiento
El gobierno manifiesta su interés en promover la inversión privada y con eso parecería que existe un cambio de rumbo en la política económica. Expidió el Código de la Producción y hace pocos días realizó, conjuntamente con Bloomberg un seminario motivado en la esperanza de convencer a los empresarios a revisar su actitud recelosa por una más decidida en favor de poner sus capitales en riesgo en el país.
Lo hace en búsqueda del socio perdido al cual lo ha tratado mal y ahora lo necesita para cambiar la dirección de los indicadores sociales. El país no crea empleos en la proporción que demanda su realidad demográfica y, las cuentas públicas ya no dan abasto.
Usa dos argumentos: el primero relativo a un gobierno amigo, confiable para la inversión privada. El segundo, el incentivo creado por la reducción del impuesto a la renta de las empresas que se instalen en los sitios determinados para producir bienes preestablecidos.
Dejemos para otra ocasión la primera invocación. Pensemos si la segunda es real y camina en la dirección que señala el gobierno. Desde el inicio del régimen han existido no menos de seis reformas tributarias cuyo denominador común fue aumentar las tasas impositivas. Hasta el año 2007, la inversión pagaba un impuesto del 25% sobre sus utilidades. Igual lo hacían las personas. Pero a partir de ese año se rompió esa equidad y a las personas, con la primera reforma les subieron el impuesto a la renta al 35%.
Cuando se dieron cuenta lo que habían hecho, buscaron reparar la injusticia: aumentaron el impuesto a la inversión pero, para no dar un mal mensaje, lo hicieron de una forma velada. Incluyeron en la renta de personas los dividendos recibidos por el capital aportado en la empresa, para que tribute y pague un impuesto “adicional” hasta llegar al 35%.
Se excluyó de esta subida a los inversionistas extranjeros que siguen con el 25%. Todos los demás, en especial los inversionistas nacionales, llegan al 35% y, si las empresas pagan menos o no pagan, el Estado no pierde ya que el momento que entregan los dividendos a los accionistas, retienen lo que corresponda para asegurar el cobro de la totalidad del 35% de impuesto a la renta.
En estos cuatro años y en los que vienen, si no hay otra reforma, los inversionistas tienen que pagar más impuestos y no menos como aparentemente lo dice el Código de la Producción. Estas reformas han confundido los conceptos tributarios, conllevan una reducción de la rentabilidad de la inversión pues en la realidad se aumentó el impuesto a la producción.
Aquí no se discute la obligación de pagar los impuestos ni la lucha contra la evasión. Se cuestiona el atropello a los principios que desnaturalizan la existencia de un buen sistema tributario. Además, ¿qué ecuación ofrece más crecimiento con más impuestos?
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Los inversionistas tienen que pagar más impuestos y no menos como aparentemente lo dice el Código de la Producción.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Marzo 30 del 2011