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Inquietudes nacionales

Muchos clientes de los bancos están contentos con las medidas gubernamentales para abaratar los servicios. ¿Por qué los banqueros se oponen a una medida popular?


No creo que esa sea la forma de analizar la conveniencia de una decisión de este tipo porque indiscutiblemente en cualquier actividad o servicio los clientes van a sentirse halagados si no tienen que pagar por ellos. Sería absurdo pensar o reaccionar de otra forma. Es más, las opiniones serían las mismas si se decide dejar de cobrar la luz, el teléfono, el bus, se bajan los arriendos o se fijan márgenes de ganancia. En fin, los ejemplos de esta forma de intervenir en los mercados pueden ser infinitos. La pregunta que surge es ¿continuarán recibiendo esos servicios todos los que antes tenían acceso a ellos? ¿Se producirán cambios?.


Por lo tanto lo que interesa saber son los efectos que se produce en las actividades afectadas por esta imposición. Y ahí con seguridad esta visión un poco simple, cambia.


Empecemos por decir que los principios de una política económica deben ser consistentes con los objetivos que se busca alcanzar. Sabemos además que al fijar precios se induce a la contracción de un mercado y al aparecimiento de racionamientos en la oferta. Esta es una ley ineludible. No hay razón para pensar que en este caso ocurrirá algo distinto. Los controles de precios siempre generan escasez y especulación.


Con esto en mente, podemos recordar que desde hace buen rato el gobierno ha sostenido reiteradamente que desea disponer de un sistema financiero que atienda a más personas, en especial a las provenientes de los estratos sociales más pobres para que logren desencadenarse de los yugos de prestamistas informales. Sin embargo, con este tipo de decisiones obtiene un efecto contrario, ya que por un elemental sentido de racionalidad económica, el sistema va a dejar de atender a esos clientes, pues la relación entre el costo de los servicios y los ingresos que provienen de la relación se convierten en una carga que lleva a su desatención y el retorno a los mercado informales.


De hecho, esto ya ha ocurrido pues en los últimos tiempos hay más de 250.000 clientes que ya no reciben atención del sistema financiero, y la gran mayoría pertenecen a ese estrato social. Con esta decisión sobre tarifas el proceso se agudiza, a lo que le acompaña la eliminación del concepto de competencia, la pérdida de los incentivos para la oferta de nuevos productos, la desatención de los objetivos de eficiencia.


El Presidente Correa ha dicho que esa medida no le resta un solo centavo de ganancias a los bancos y que, según él, no hay razón para quejarse…


El problema no camina en esa dirección. El fondo del tema es otro. Veamos si puedo explicarlo porque no es sencillo.


El Ecuador tiene una política económica sustentada en un sistema de cambio fijo -la dolarización no es otra cosa que ello-, que se aplica dentro de un ambiente de libertad en los movimientos-transferencias-de capitales con el exterior, al cual ahora se añade la existencia de un sistema de tasas de interés y tarifas fijas y determinadas por el gobierno. Hasta aquí todo parecería indicar que las cosas están bien. Pero esa apariencia esconde un peligro muy poderoso.


¿Cuál es este? La incapacidad que tiene el país para defenderse de los efectos, movimientos o variaciones que traen consigo los cambios en las condiciones de los mercados internacionales, en las economías cuyos vínculos son importantes con el país, o por la sensación de peligro derivado de una pérdida de confianza de la economía nacional. En otras palabras está desprotegido y no cuenta con un medio para defenderse de las salidas de capitales o, si queremos verlo de forma positiva, cuando las cosas marchan bien, con un mecanismo para promover el ingreso de recursos que sirvan para apoyar nuevos proyectos que generen empleo.


No hay país en el mundo que tenga un modelo amarrado como este. Nadie lo propone. Siempre se necesita tener una variable que se mueva, que tenga flexibilidad. En unos casos este papel lo tiene el tipo de cambio. En otros la tasa de interés. Con ello el país puede estabilizar su trabajo y asegurar a la sociedad la existencia del mecanismo que cubre las incertidumbres y defiende a las actividades productivas y a las relaciones sociales de esos movimientos de capitales bajo un ambiente de certeza que crea seguridad y restituye confianza.


La mezcla de libertad de cambios, intereses fijos y tipo de cambio inamovible es perfecta para incubar una crisis futura. Sólo es cuestión de tiempo. La historia de los países asiáticos, de Brasil y de la propia Argentina es una advertencia histórica.


Bajo estas condiciones es posible que el comportamiento de los depósitos no sea el que se necesita y consecuentemente el crédito tampoco se convierta en el medio de fomento de la producción. No es por lo tanto un problema de rentabilidad. Es algo más complejo y gravitante.


Cuando el Presidente anticipa “nuevas medidas contra los ricos”, ¿qué efectos tiene esa declaración en el mercado financiero local y en los inversionistas?


De reaparecimiento de los resquemores sobre la seguridad y conveniencia de impulsar proyectos, traer recursos y generar empleo. Es una declaración poco amigable con un socio imprescindible del bienestar. Impulsa recesión.


¿Cómo interpreta usted, desde el punto de vista macroeconómico, la derrota electoral del oficialismo en Argentina?


Es una derrota a la prepotencia política y la intromisión desbordante del Estado en las actividades privadas que ha traído más miseria por la vía de la recesión, el desempleo y la inflación.


Es un ejemplo que confirma que los modelos que pregonan la violencia, la imposición, el abuso, el engaño no pueden ofrecer resultados tangibles. No sustituyen al diálogo, el respeto, los consensos, la vigencia de la ley. Argentina con esto avisa que busca cambios profundos en su conducción económica hacia una visión más abierta, de mercado, competitiva y promotora de la inversión privada. Con ese mensaje ganaron los opositores.


DESTACADO


La mezcla de libertad de cambios, intereses fijos y tipo de cambio inamovible es perfecta para incubar una crisis futura.



Colaboración

Diario El Comercio

2 Julio del 2009



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