Falacia e inacción
La cercanía de la economía a la lógica le obliga a ser una ciencia muy cuidadosa en la elaboración de las hipótesis que se desean comprobar, ya que un pequeño desliz en la rigurosidad de los razonamientos con mucha facilidad convierte las afirmaciones en opiniones carentes de sustento. De ahí que cualquier propuesta, tesis o comentario que tenga dificultades de sostenerse, lleva a sus proponentes a enfrentar la dureza de una realidad que arruina su credibilidad.
A estos hechos se les conoce dentro del campo académico con el genérico de “falacia de construcción”, que no es otra cosa que la explicación de una suerte de relaciones de causalidad y efectos producidos por ciertos hechos que en la práctica no existen, o que con resultados posteriores se demuestran su falsedad.
Algún ejemplo nos puede ayudar a comprender el significado de este concepto. Allá por el año 2005 y con mayor fuerza en el 2006 floreció la tesis, esgrimida hasta estos días por algunos, que la existencia de los fondos petroleros era la garantía que permitió mejorar la cotización de los bonos de la deuda externa y con ello favorecer a los acreedores del país. El argumento parece lógico pues supone que esos recursos estaban destinados a cubrir el servicio de la deuda externa y a bajar la presión “arterial” de los mercados ante la posibilidad de una nueva moratoria crediticia.
Al ver las cifras de la deuda pública se encuentra que el saldo del año 2000 es exactamente igual al del 2007. Es decir en todo este período el país no ha pagado en términos netos ni un solo dólar, a pesar de los fenomenales vientos favorables de los mercados internacionales, con lo cual la afirmación deja ya una duda razonable. Y no sólo que no pagó sino que en el 2007 aumentó la deuda en 400 millones de dólares para llegar al monto similar de inicio del siglo.
Lo segundo es que los bonos, caros por los intereses que cobran, de los que tanto se ha hablado siguen intactos. Tampoco se los ha pagado, lo cual crea una segunda duda. Son 3.860 millones de dólares que le cuestan al país el 10.16% de interés anual, dentro de los cuales hay más de mil millones con una tasa del 12% que debían haberse refinanciado en mejores condiciones aprovechando las ventajas actuales del mercado.
Finalmente, ha pasado el tiempo y el gobierno eliminó los fondos petroleros, cuyo propósito era en la realidad uno muy distinto del comentado, y el precio de la deuda no ha cambiado. Y no sólo que eso no ocurrió sino que su cotización subió hasta contener un premio en su valor facial, para indicar que hay acreedores que creen que vale más de lo que dice ese papel.
La conclusión evidente, al mirar fríamente estos hechos, es que la afirmación inicial fue falsa, pues la percepción de riesgo del Ecuador no emanaba de estos fondos, ni de unos supuestos pagos sino de la forma como se conduce el Estado, y en eso este gobierno es un ejemplo como cumplidor de sus obligaciones internacionales, calificativo que era de difícil pronóstico al inicio del mandato.
La falacia paga su factura, pero lo que no se comprende es la inacción del gobierno en renegociar los términos de los bonos que le cuesta al país algunas decenas de millones dólares que podrían servir para otros propósitos más importantes.
DESTACADO
Este gobierno es un buen ejemplo como cumplidor puntual de sus obligaciones de deuda internacionales.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Mayo 28 del 2008