Detractores dogmáticos
Enderezar el rabo del diablo debe ser mas sencillo que entender la razón de ciertos debates políticos, como el que se ha desplegado sobre la conveniencia de desarrollar energía degradable, limpia y renovable. Ahora se rasgan las vestiduras algunos dirigentes del tercer mundo al que condenaron a sus países por sus malas políticas, sosteniendo que con estas energías los grandes perdedores son los pobres del mundo actual, pues va a faltar comida, va a ser más cara y, todo esto ¡para arreglar el funcionamiento de las economías poderosas!
Durante varias décadas y hasta estos días, aunque por el momento el tema no asoma en los periódicos dadas las inusuales condiciones favorables de los mercados internacionales, el caballo de batalla de los países subdesarrollados, para usar la terminología estructuralista, en las relaciones internacionales ha sido la explotación de los países ricos del valor del trabajo de los pobres a través de los términos de intercambio, lo que en palabras simples quiere decir que los llamados pobres venden barato los productos primarios y compran de los ricos, productos caros.
Según la vieja teoría de Centro y Periferia, el capitalismo encontró en estas relaciones económicas desiguales y contrarias a los intereses de los países pobres, la vía para el aseguramiento de las grandes diferencias sociales y económicas. En casi todo foro internacional, el tema fue y todavía es motivo de intensos debates. Súmese a esto la aplicación de políticas tributarias proteccionistas con subsidios a la producción agrícola en la mayoría de países del primer mundo, para llenar el cuadro de las diferencias en los intereses de las partes involucradas en el comercio mundial de alimentos.
Y, ahora cuando estos términos de intercambio se han transformado, por la magia del tan denostado mercado en un mecanismo de recuperación de riqueza de los países que exportan productos primarios, que pueden ser incluso demandados en cantidades tan ingentes como aquellas que reconocen que para producir apenas 35 mil millones de galones de etanol, que cubriría el 10% del mercado norteamericano se requieren 320 millones de toneladas de maíz que ni los EEUU los produce en estos días, y que podrían ser comprados a los países subdesarrollados, resulta según los detractores de esta energía que no les conviene porque va a subir el precio de los alimentos, cuando precisamente ese es el efecto que se necesita para que el primer mundo pague bien por los productos básicos.
Pero así es la política cuando es ciega, dogmática y carente de visión. ¡Ahora, como vale la economía de mercado, hay que cuestionarla! La bioenergía es el vehículo que no sólo recupera valor de la agricultura de los países pobres, sino que la pone en un horizonte de inversión, trabajo e ingresos que no la tenía. Acaba, o por lo menos reduce el desbalance del intercambio y por fin los favorece. Ahora es el tiempo para impulsar políticas de gran intensidad tecnológica que permitan multiplicar la producción de cereales como el maíz, de la caña de azúcar, de la soya y otros productos. Los que toman los retos y ven las oportunidades son los que triunfan, no los dogmáticos o los que viven del lamento.
DESTACADOS
La bioenergía recupera valor de agricultura en países pobres con inversión, trabajo e ingresos nuevo.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Agosto 23 del 2007