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Reglas, no discreción

A la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, las demoledoras experiencias generadas por las políticas económicas que se aplicaron en los años treinta cuando buscaron socavar a como de lugar a todo lo que suene como competencia externa y usaron el tipo de cambio a diestra y siniestra como mecanismo de protección comercial, que pronto se convirtió en un bumerang pues la inflación desencadenada por este abusivo uso cambiario absorbía el presunto beneficio y obligaba a una nueva embestida de la devaluación, el mundo aprendió que el tipo de cambio debía cuidárselo si se quería preservar un sistema que ofrezca beneficios y oportunidades permanentes.


Por aquella época nacía la teoría keynesiana que había roto algunas premisas del pensamiento clásico, en especial aquella relativa al uso de las políticas monetaria y fiscal para estabilizar la economía y reducir el desempleo.


Con el tiempo ganó fama y su esplendor permitió el uso discrecional de los instrumentos económicos, llegando a presumirse la existencia de una relación inversa entre la inflación y el desempleo. La famosa curva de Phillips se entronizó en muchos diseños de política económica lo que llevó a buscar una combinación óptima entre estas dos variables para desarrollar a un país.


La década de los años setenta, es decir cuarenta años después de la incursión keynesiana, puso en jaque a esta visión, pues se suponía que nunca se podía dar una situación en la cual tanto la inflación como el desempleo tengan indicadores altos de manera simultánea, y la verdad es que ello ocurrió.


América Latina se llenó de estos ejemplos, todos dolorosos que perseveraron por lapsos significativos. Debieron pasar muchos años, con sufrimientos sociales terribles que hasta ahora tienen sus secuelas, para que esta concepción equivocada sea percibida de una forma objetiva y se rectifiquen los rumbos, se construyan nuevas bases de política económica y se busque la recuperación de las metas sociales perdidas.


Por esta época nace una nueva interpretación de la teoría económica que busca conciliar estos pobres resultados de la práctica económica, obtenidos por la discrecionalidad de las decisiones económicas que buscaban objetivos de corto plazo pero que alteraban las metas de largo plazo.


Reglas en lugar de Discreción: la inconsistencia de los Planes Óptimos es el título de la investigación hecha en 1977 que llevó a sus autores Prescott y Kydland a obtener el 2004 el Nóbel de Economía.


En resumen lo que dice esta teoría, hoy aplicada en muchos países latinos con éxitos evidentes es que es preferible que los gobiernos sigan una política estable, predecible, clara, definida en lugar de hacerlo discrecionalmente en función de lo que piensan coyunturalmente sus autoridades. Con ello, los logros de estos países en los últimos 25 años se deben a que cuidan la credibilidad, la reputación y el cumplimiento de sus compromisos.


Y esto se produce simplemente porque las personas, empresas, inversionistas piensan y deciden en función de un curso que les maximice su bienestar, racionalizando sus decisiones.


Las reglas mantenidas en el tiempo son más efectivas que la discrecionalidad que retroalimenta acciones de la sociedad para anularla.


DESTACADO


Las reglas económicas mantenidas en el tiempo son creíbles y más efectivas que la discrecionalidad.



Colaboración

EDITORIAL DIARIO EL COMERCIO

Enero 11 del 2007

 
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