Siameses de economía
Hay un axioma: “Sin inversión no hay trabajo” Hace ya muchos años el premio Nóbel Paúl Samuelson demostró la importancia de la inversión, con una ecuación muy sencilla que demuestra el efecto multiplicador que de ella se desprende. Por cada dólar que se invierte, la economía crece en un múltiplo y con ello hay más trabajo.
Lo que antes en la teoría marxista se difundió como lucha de clases, en la economía de mercado aparece como la sociedad del bienestar. Antes se veía al trabajador como el enemigo del inversionista. Ahora se los trata como socios. Se necesitan mutuamente. El trabajador necesita remuneración justa y un trabajo decente. El inversionista necesita un trabajador productivo.
Esto lo han entendido en muchas partes, incluso en las ex sociedades comunistas, pero en nuestro país todavía es materia de debate ideológico, cuando la praxis demuestra que la economía positiva rebasó hace mucho a la dogmática.
Sólo es cuestión de mirar como funciona el mundo y de que manera actúa cada agente económico dentro de él. Por ejemplo, cuando se piensa poner una restricción al uso del dinero o cuando el gobierno quiere disponer de un parte de él, se pregunta: de que manera responderíamos a esa decisión si el dinero fuera nuestro. ¿Estamos dispuestos a poner en peligro el patrimonio personal por una ley confiscatoria, o acaso pensamos en defenderlo? Así trabaja la racionalidad de la economía personal, de la empresarial e incluso de la estatal- y sino pregunte a ejecutivos de empresas públicas- y, esa conducta abierta, libre, espontánea, recoge la economía positiva. Por ello no se vaya a pensar que es un traidor o un enemigo del país. Así es la conducta humana. Si el Estado no la defiende, ella se protege sola, caso contrario le ocurre lo de los años 98 y 99.
Entonces, el manejo de la política económica en un sistema democrático y de mercado debe tomar en cuenta ese algo imperceptible, incalculable pero sumamente sensible y poderoso que son la confianza y la credibilidad. No hay como jugar con ellas. Los daños son irreparables, y lo sufren siempre con mayor intensidad los pobres porque no tienen armas para defenderse. Normalmente su escape es la migración.
En la organización económica de estos tiempos, con tanto adelanto tecnológico, con un sistema de comunicación tan dinámico, ya no hay forma de aislarse, poner barreras y buscar la autarquía como camino del futuro. Además de que es un absurdo que sólo cabe en una disquisición académica. Tal vez alguien lo pueda hacer, pero no será en un sistema democrático.
Ahora los sistemas económicos disponen de nuevos instrumentos que les permiten aprovechar las oportunidades y cubrirse de las amenazas. Por eso, las decisiones se debaten, se expresan sus fortalezas, sus consistencias y las expectativas racionales que las acompañan. Igualmente, si son inconsistentes provocan oleajes que traen consigo peligros de quiebre de la confianza y cambios en las condiciones de trabajo de la sociedad.
El cortejo a la confianza, la búsqueda de un ambiente de concertación, la defensa de la estabilidad, la consistencia con el sistema de mercado y un estado socialmente responsable, activan a los siameses inversión y trabajo.
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“Sin inversión no hay trabajo” Por cada dólar que se invierte la economía crece y hay más trabajo.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
16 de Octubre del 2006