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Es malo ser prudente

“La situación fiscal está más sólida que nunca” es la declaración oficial sobre el estado en que han encontrado las cuentas públicas. Es la primera vez en muchísimos años que escuchamos algo positivo luego de un cambio de gobierno, en especial en el campo fiscal en el cual los gobiernos salientes no han tenido la delicadeza de “dejar tendida la mesa” a sus sucesores. El déficit fiscal, la acumulación de atrasos, los compromisos de última hora, en fin los desordenes crónicos, esta vez no se repitieron. Ahora el debate está centrado en las virtualidades o defectos de un manejo prudente, como lo leen aunque no lo crean, calificativo que para algunos merece reproche y hasta es motivo de fisga. Lo cierto es que esa prudencia trajo consigo un período de mejoramiento del salario real, la reducción de la pobreza urbana y la destrucción de la inflación luego de 35 años de su flagelo, lo que a no dudarlo ha cambiado el ambiente de trabajo de toda la colectividad y puede permitir, si se la cuida, el advenimiento de una etapa proclive a una mayor inversión que trae de la mano más empleo y con ello atención a uno de los problemas sociales más acuciantes. ¿Pero quien se acuerda de esto?


En este cambio de gobierno no se habla de medidas de ajuste, eliminación de subsidios, aumento de precios de servicios públicos ya que ahora el Estado tiene un cepito, una alcancía que se llama FEIREP. Entonces, lo que se discute es como romper ese cepito para sacar el dinero y usarlo, en ciertos casos en necesidades apremiantes, pero en otros sin ton ni son. Hasta hoy no se ha escuchado los detalles de algún programa social bien estructurado. Sólo se afirma que hay que atender a la educación y a la salud. ¡Eso todos lo sabemos!, pero también conocemos de las terribles ineficiencias y desorganización que existe en las entidades públicas encargadas de esas responsabilidades. Nadie dice: ¿Cómo hacerlo, en qué forma enfrentarlo? ¿Acaso sosteniendo el actual sistema y orden de cosas? ¡Ahí se quiere poner más plata! Lo cierto es que lo que colectivamente se propone, con algún grado de improvisación, no se lo hace individualmente. Estoy seguro que los propios proponentes y entusiastas apoyadores de estas acciones no actúan así con sus presupuestos, pues nadie descuida sus finanzas, las desprotege sabiendo que en el futuro hay inseguridad en continuar gozando de ingresos que son temporales. A los sectores sociales se les atiende rompiendo las cadenas que los atenazan. Dando buen servicio, enfrentando sus problemas de fondo. Con dedicación y ahínco.


Al debate le han dado un tinte ideológico y ético. Parecería que lo único que importa es quién dice las cosas cuando lo real es cuidar el principio de no crear obligaciones permanentes con ingresos ocasionales. Eso es imprudente además de peligroso y puede llevar a una catástrofe con daños irreparables a todo el país. Aquí no se defienden intereses personales, como algunos a la vieja y dañada usanza política nos quieren hacer ver. Aquí se proponen acciones y políticas, que dentro de esta dolarización, la protegen de embates que pueden resquebrajar su estructura. El Estado, con su ejemplo propone el sendero a recorrer en el futuro, y si este no es seguro o confiable, perderá socios en el camino, que no son otros que los inversionistas con cuyos recursos y el aporte de los trabajadores se edifica las sociedades.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Junio 1 del 2005

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