No todo lo que brilla...
Algunos indicadores macroeconómicos del 2004 demuestran resultados sólidos que conviven con otros poco halagüeños, y unos terceros que a simple vista lucen espectaculares pero que pueden ser inconvenientes. Me explico. Entre los primeros podemos citar al PIB que arrojó un crecimiento del 6% así como aquel que mide sólo la evolución de las actividades no petroleras con su 3% de expansión. La inflación con su 1.9% es otro ejemplo positivo, así como el superávit global del sector externo de 288 millones de dólares, aunque aquí el crecimiento de las importaciones del 20% es desmesurado e insostenible. La recuperación del sistema financiero, el mantenimiento de un superávit total del 2.5% del PIB en las finanzas públicas y la estabilidad salarial que se la ve por su mejoría en la capacidad de compra frente a los 75 productos vitales de la canasta familiar, completan esta lista de indicadores robustos.
Dentro del grupo de los índices mediocres o controversiales tenemos la presencia del desempleo urbano que con su 10% señala un aumento de 270.000 nuevos desocupados, aunque por otra parte la estructura entre el subempleo y empleo formal ha mejorado. La distribución del ingreso es un poquito menos injusta aunque sigue siendo un escarnio nacional.
¿Si la economía crece por qué no lo hace el empleo? Por varias razones, entre las cuales sobresalen el efecto de la optimización por la búsqueda de mayores estadios de eficiencia, que viene acompañada por la diferencia entre la productividad del trabajo frente a los otros factores de la producción que se las mide por sus respectivos precios; a lo que se suma el impacto de los impuestos al rol de pagos que ha crecido en los últimos años, en especial las contribuciones al IESS, que por su estructura actual no son percibidas como parte de la remuneración del trabajador. La teoría económica moderna muestra que las distorsiones sobre el mercado del empleo crecen geométricamente con los impuestos. Es decir, el daño al empleo formal producido por estas cargas fiscales es enorme. De ahí la importancia de la reforma al sistema de pensiones para establecer un sistema de capitalización individual que permita contrarrestar la reducción de la demanda de mano de obra
Los resultados espectaculares se los aprecia en el crédito interno al sector privado cuya expansión del 22% se complementa con lo sucedido en los depósitos que lo hicieron al 24% anual. Las importaciones se suman a este bloque y en alguna medida responden a esa enorme expansión monetaria. Aquí la pregunta obvia es: ¿Estos resultados son compatibles con los anteriores? ¿La economía no petrolera crece al 3%, la inflación al 1.9% y la monetaria al 24%? O acaso estamos frente a una situación, que si bien luce por el momento muy motivante, puede ocasionar daños futuros de singular valor. Alguien podría decir que el crecimiento de los indicadores financieros refleja la recuperación de la credibilidad y que se retoma los niveles de intermediación anteriores a la crisis, y eso es cierto en alguna medida y por tiempo limitado. Pero si no queremos tener dolores de cabeza futuros, su comportamiento debe ponerse en línea con lo que ocurre en los sectores reales. Vale la pena volver a mirar hacia atrás y recordar lo que se cosechó con este tipo de conducta cuando no se la controló a tiempo.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Marzo 22 del 2005