Responsabilidad fiscal
El panorama de América Latina es otra vez motivo de preocupación. A las dificultades económicas se suman los desarreglos políticos. Argentina, Brasil, Venezuela copan los espacios diarios de información. Los mercados se ponen a la defensiva y estrangulan las relaciones. Han reaparecido síntomas de inestabilidad interna en un ambiente de alta volatilidad del financiamiento externo, con márgenes de riesgo elevados. Surgen críticas al modelo reivindicando los anhelos sociales. Se enfrentan posiciones neomarxistas con dogmatismos neoliberales, cuando ninguna de las dos son la solución.
El problema de fondo está determinado por la inconsistencia creada alrededor de la política económica, en especial el manejo de las finanzas públicas. Las negociaciones políticas destrozan los andamiajes de las economías de mercado. Algunos dirigentes desconocen la forma como trabajan las sociedades modernas y les introducen características que invalidan los objetivos buscados. Se asumen sacrificios que los lleva el viento, pues a escondidas se introducen cambios que anulan el esfuerzo. Las vivencias nacionales alrededor de las cuentas fiscales durante la transición política están llenas de episodios que confirman la dicho.
El común denominador de las vicisitudes latinoamericanas desde la segunda parte de la década pasada a estado marcada, una vez mas, por la pérdida de consistencia de la política fiscal. Viejo e irresuelto problema de gran parte de la región. Sólo pocos países, con dirigentes de mente esclarecida han dejado en el pasado las prácticas redentoras de alcanzar el cielo con el abuso de los fondos públicos, cuando lo que se consigue es el infierno social. La presencia de una opinión ciudadana advertida de las complejidades económicas a ayudado a apuntalar políticas públicas responsables, viables y sostenibles.
A la consistencia de las decisiones se suma la oportunidad de las mismas. En sociedades emergentes los ciclos económicos son marcados. Los períodos de contracción vienen generalmente precedidos por etapas de fuerte expansión. Lo difícil es detectar la etapa del proceso y combatirlo antes de que los mercados lo aprecien. Con ello se suavizan los ciclos, se crea confianza y se profundiza la percepción de seguridad. No importa el tamaño del país, su ubicación, estructura social, lo trascendente es la existencia de una convicción nacional sobre la base que construye un futuro mas equitativo y abundante en oportunidades.
Por eso, estando a las puertas del inicio de una nueva etapa política, los dirigentes que asuman responsabilidades públicas deben tener claro que las reivindicaciones sociales, plenamente justificadas, se las consigue en un ambiente de manejo responsable de las finanzas públicas. La herencia es dura, pero los desajustes e inequidades son mayores si el Estado no se conduce ejemplarmente. El círculo de crecimiento, empleo, bienestar con equidad parte del atractivo que se crea con seriedad y respeto. Los socios inseparables son inversión y empleo.
Está abandonada, por destructiva, la tesis de incumplir obligaciones de cualquier naturaleza pues cierra las puertas a la inversión, la desalienta, destruye oportunidades de empleo, profundiza la inequidad. La historia ecuatoriana de estos años está fresca de hechos no repetibles.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Diciembre 19 del 2002